En mi práctica terapéutica de los últimos 25 años, la pregunta de cómo estar presente para mí misma y para la otra persona ha sido la esencia de la mayor parte de mi trabajo, de mi desarrollo personal y del esfuerzo terapéutico.
Aunque parece que hasta ahora la comprensión y el entendimiento del concepto de presencia han pertenecido a las tradiciones místicas, espirituales y religiosas, en la actualidad se ha incorporado al contexto terapéutico.
En el trabajo de las constelaciones sistémicas la presencia se ha convertido en una herramienta importante como calibrador del lugar que ocupamos en nuestro sistema. Esto supone comprender las dinámicas de exclusión y sus consecuencias, como por ejemplo, la inevitable identificación de algún descendiente con aquellos que han sido excluidos en el pasado. En ocasiones podemos enredarnos con una persona o con una situación sin comprender exactamente por qué. La posibilidad de desenredarnos comienza cuando logramos encontrar la conexión con un evento familiar con el que pudiéramos estar identificados.
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Estar presentes no solo depende de nosotros mismos. A veces, lo que nos impide estar presentes está condicionado por un trauma personal, pero la presencia también se puede ver dificultada por un trauma de familia, de nuestra cultura, de nuestro país, y de la era en la que vivimos.
Estos “obstáculos” a la presencia pueden también contemplarse como una oportunidad para sanar los traumas. Nos sirven como guías para localizar aquellos elementos que no nos permiten estar presentes.
¿Cómo podemos definir la presencia? Podríamos decir que estar presentes nos permite tener un alto nivel de percepción y de sintonía con nosotros mismos, con los demás y con el mundo que nos rodea. También podríamos decir que la presencia es el resultado de haber encontrado nuestro lugar. Esta sensación de ocupar el lugar que nos corresponde, genera un estado de conexión con el espacio interno y externo.
Para lograrlo necesitamos por una parte, una conciencia que vaya más allá de las lealtades al sufrimiento de nuestro sistema, y por otra una mayor comprensión de las consecuencias de nuestra actitud y de nuestro comportamiento.
Este nivel de conciencia también nos permite comprender que la reactividad es una respuesta de hoy conectada con traumas del pasado.
Podemos considerar que ser reactivos es una respuesta natural que surge para defendernos. En muchos casos está conectado con experiencias de nuestra primera infancia y no con lo que está sucediendo en el aquí y en el ahora. Estoy segura, que de alguna manera y a algún nivel, somos conscientes de ello y por eso nos cuestionamos nuestra reacción, tratamos de encontrar el significado a nuestra experiencia y buscamos alternativas.
Es precisamente en las relaciones de pareja donde la reactividad se puede manifestar con más fuerza. En esta cercanía es donde logramos satisfacer nuestras pasiones y deseos más profundos, y a la vez nos enfrentamos con nuestros traumas y con nuestros patrones más inconscientes.
Tal y como mencioné anteriormente, este espacio de cercanía y de intimidad también ofrece grandes oportunidades de desarrollo personal.
La pregunta sería: ¿Cómo puedo permanecer en la presencia incluso cuando se me dispara la reactividad?. ¿Cómo puedo mantenerme en la frescura y en la viveza de mis relaciones sin dejarme arrastrar por las respuestas reactivas?. ¿Cómo puedo tener mi lugar y lograr una mayor competencia en mi capacidad para relacionarme?. Para mí depende de dos elementos: lograr ocupar mi lugar y evaluar y mantener mi espacio externo en relación con la otra persona. También implica que tengo que renunciar a mi lealtad al sufrimiento de mi sistema familiar.
Las constelaciones pueden favorecer la comprensión e iniciar un movimiento en esta dirección.
Observando lo que se despliega ante mí puedo recibir una imagen de una verdad más profunda.
Esta imagen se puede reforzar con frases sanadoras. A través de este ritual de frases, se le pone palabras a esa verdad profunda que se presenta.
Esto abre una posibilidad de liberación del enredo.
La capacidad de escucharnos a nosotros mismos, estando en sintonía con nuestro cuerpo y con nuestra mente es fundamental para que esto suceda.
Necesitamos un espacio de silencio para recibir lo que está llegando. Es en este espacio donde el corazón reúne lo que la mente ha mantenido separado.
En mis talleres, en la conversación inicial o entrevista con el cliente, le invito a que entre en ese espacio de silencio para formular su intención.
Para mí constelar desde la intención, es trabajar hacia la auto-responsabilidad. Invito al cliente a que dirija su atención hacia su intención, con la conciencia puesta en sí mismo y en su capacidad de abrirse a nuevas posibilidades. La constelación hace visible lo que hasta ahora no había podido ser visto, lo que estaba separado o excluido. El cliente tiene entonces la oportunidad de integrarlo.
A través de la imagen visual que surge en la constelación el cliente tiene la oportunidad de aliviar el espacio interno de identificaciones y de enredos. Así habrá más lugar potencial para que la energía y el movimiento puedan fluir y que con más facilidad surja el intercambio entre lo interno y lo externo.
Esta fluidez se percibe como bienestar que se hace tanto más evidente cuando la relación es más cercana.
Jutta ten Herkel
November 2014